D's es Único

Por Pnina Navè Levinson
Tomado del libro "Einführung in die rabbinische Theologie",
Wissenschaftliche Buchgesellschaft, Darmstadt, 1982
Parte II: La enseñanza sobre D's - Capítulo 4: D's es Único

Traducción: Isabel Mardones isabelmardones@enoise.cl

El credo judío es llamado, por sus primeras palabras, Shemá: Shemá Israel, Adonai Eloheinu, Adonai Echad, "Escucha Israel, el Eterno es nuestro D's, el Eterno es Único" (Deuteronomio 6,4). Con eso se afirma al mismo tiempo que es único en su naturaleza, no un D's entre otros dioses, sino que es "El es Uno y su nombre el Único" (Zacarías 14,9).
De esta forma es que Israel lo reconoce y de esta forma lo alabará toda la Tierra (de la misma cita). Así lo definió Jeremías frente a las religiones de los demás pueblos, que tanto entonces como más tarde ejercieron su atracción sobre los judíos: jukkot haammim, "los objetos de creencia de los pueblos", son un sinsentido, ya que se tala un árbol en el bosque y un hombre lo talla con una herramienta, lo adorna con plata y oro, y lo sostiene con clavos y martillos para que no tambalee (Jeremías 10,3 y sgtes). Pero Adonai es D's en la Verdad, es D's viviente y Rey del Mundo (allí, 10). Fórmulas semejantes se encuentran en los salmos: Nuestro D's está en los cielos, y todo que lo que desea lo realiza. Los objetos de culto de los otros pueblos son de oro y plata, obra de las manos de los hombres (115, 3-4 y sgtes). No son vistos ya como dioses frente a D's. Israel había evolucionado del henoteísmo al monoteísmo, y de la noción de que cada pueblo tenía sus dioses a la certeza de un Único D's del Universo. Por cierto que esta evolución no la adoptaron todos al mismo tiempo, pero desde hace siglos es la base inalterable del judaísmo.

Así llegamos a los primeros mártires de la historia del monoteísmo. Se trata de aquellos judíos que en el siglo II antes de la era común se opusieron al paganismo y la idolatría que el rey sirio Antíoco IV Epifanes hizo introducir en Jerusalén y toda Judea. Las iglesias cristianas conocen a los macabeos desde entonces como santos. La revuelta de los Macabeos, en el año 165 a.e.c., llevó al reconocimiento de la libertad de culto para los judíos (1 Macabeos 6,59), dentro del reino sirio-helénico y su panteón de dioses a los que todos los otros pueblos adhirieron. El partido de los asimilacionistas judíos se derrumbó, y el judaísmo fue preservado de su ocaso.

La fiesta de consagración del Templo, Janucá, nos recuerda esa época donde los pocos pudieron vencer a los muchos y poderosos, gracias a la fidelidad de su fe en el D's Único. Y porque los judíos estuvieron dispuestos a luchar por el derecho a ser distintos es que después pudo surgir el cristianismo.

Con la disolución del poder heleno a manos de los romanos en el Medio Oriente en el siglo I a.e.c., muchos hombres y mujeres de gran cultura se interesaron en el judaísmo. Como semi prosélitos participaban de los servicios en las sinagogas y visitaban el Templo de Jerusalén como invitados en el gran "patio de los no-judíos". En las ciudades bajo administración romana de la tierra de Israel había templos romanos y otros monumentos. Por eso algunos judíos devotos evitaban ir allí o predicar allí la fe en el D's Único (comparar con Mateo 10,5).

Otros en cambio promovían discusiones acerca de las diferentes creencias. Existe un notable testimonio acerca de Rabban Gamliel II, quien presidía la Gran Asamblea después de la destrucción de Jerusalén. En un viaje de trabajo buscó la casa de baños de Acco. Un filósofo, que también se bañaba allí, le preguntó cómo era que él venía a un lugar donde había una estatua de Afrodita. Su respuesta: aquí no se le dirigen oraciones, sino que sólo embellece la sala (Mishná Avodá Sara 3,4). Existen tres tipos de judíos: unos ven que en las obras de arte no hay ningún peligro para la fe; los otros opinan que las obras de arte pueden desviar de la oración o bien del buen camino, como si se adorara las imágenes. Así, la prohibición de imágenes también fue entendida de distintas formas. El Talmud relata acerca de una sinagoga cuyo origen se remontaba a los exiliados bajo Nabucodonosor, y en la cual había un busto de un gobernante, sin que nadie lo rechazara (Megila 29 a, Avodá Sara 43b). Aún en el siglo XVI hacía referencia a esto el autor del código del Shuljan Aruj dentro de una responsa. Uno debe guiarse por la costumbre local, pero no se debe descartar nada de antemano. Así, incluso se pueden bordar retratos de personas en el parojet (cortina de la Torá), pero no representarlos en forma tridimensional (comparar con Freehof, Un Tesoro de Responsa, págs 108-112).

Mientras que la adoración de imágenes de divinidades del cielo, dioses animales o dioses humanos fue fácil de evitar para los judíos, una antigua creencia representaba un peligro mayor para el monoteísmo: el dualismo persa y su pariente, la gnosis. La religión de Zoroastro (Zarathustra) contiene la creencia en dos fuerzas, el principio de el Bien y la luz, frente al principio del Mal y la oscuridad. Su forma de explicar el mundo pudo y puede seducir una y otra vez, ya que de esta forma D's queda liberado de la responsabilidad sobre el Mal del mundo. Por la fuerte relación entre la historia judía con la historia persa en tiempos bíblicos y talmúdicos surgía un fuerte peligro para el monoteísmo, y sobre todo para el acento profético y rabínico en la ética como mandamiento divino. Si D's es el Santo al que los hombres deben imitar (Levítico 19,2), si "el D's santo es santificado a través de la rectitud" (Isaías 5,16), ¿cómo es que el Mal tiene que ver con Él?. ¿No es acaso más simple nombrar a unos los hijos de la luz y a los otros los hijos de la oscuridad, y a través de la demonización de un grupo lograr la redención de los buenos? Así procedió evidentemente aquella secta del siglo I a.e.c., cuyos escritos fueron encontrados en Qumrán junto al Mar Muerto.

Desde los tiempos del exilio babilónico existía la defensa del monoteísmo judío contra el dualismo. Los babilonios fueron derrotados en el siglo VI a.e.c. por los persas, cuyo rey Ciro dio a los judíos el derecho a regresar a su tierra y reconstruir el Templo de Jerusalén, lo que hizo una parte del pueblo mientras que la otra prefirió quedarse en el reino persa (Ezra 1). El profeta del exilio que permanece sin nombre predicó ahora la palabra del Eterno al "ungido Ciro" (Isaías 45,1), el cual no reconoce a D's (capítulo 4) al que se le describe como distinto de las deidades persas- no dual, sino Uno: Yo soy el Eterno y ningún otro, formador de la luz y creador de la oscuridad, activador de la paz y generador del Mal, Yo el Eterno hago todo esto (allí mismo, 6-7). Sólo en una Unidad tan absoluta de D's reside la base del libre albedrío de los seres humanos: D's ofrece la libertad de optar a los hombres (Deuteronomio 30,19), ningún poder del Mal obliga al ser humano a ser un "hijo de la oscuridad". El Mal no es una fuerza metafísica, ningún dragón mitológico que dependa de ser vencido por una figura divina para asegurar la salvación del hombre. Aunque existen elementos mitológicos de este tipo en el judaísmo, no recibieron sin embargo ninguna autoridad de creencia obligatoria. El Satán bíblico no es una fuerza junto a D's, sino -como lo expresa el autor del Libro de Job- un miembro del séquito celestial, que prueba a los hombres si D's se lo autoriza. En la literatura rabínica él es el acusador, kategor, de los hombres en el tribunal de D's, pero que una y otra vez fracasa porque el Bien que reside en casi todos los hombres toma el rol de defensor o sanegor. En el judaísmo la preocupación intensiva con el demonio, el infierno eterno y la maldición fue sólo un fenómeno marginal, mientras que en el cristianismo ha jugado un rol dominante.

Al parecer las discusiones sobre religión con los dualistas, entre las que figuran algunas sectas judías, eran frecuentes. Una recomendación de la literatura rabínica dice: "Cuando uno diga que en el cielo existen dos fuerzas, contéstale: ¿Acaso alguien levantó alguna oposición cuando D's proclamó los Diez Mandamientos en el Sinaí y como primera cosa dijo, 'Yo soy el Eterno, tu D's'?" (Midrash Mejilta, Tratado Bajodesh 5; Midrash Sifré 329). Como pruebas escritas con frecuencia se usaban los ya citados textos de Isaías y Deuteronomio 32,12: "El Eterno sólo lo guía (a su pueblo), con Él no hay ningún otro D's". Y así también será en el futuro, cuando Él, el único Salvador, Consolador y Redentor le diga a Israel: anochi, anochi-Yo, sólo Yo soy el que los consuela (Isaías 41,12; Midrash Ex Rabba, Perikope Itro 29,9).

Cuando la joven iglesia cristiana en la tierra de Israel difundió una enseñanza sobre D's que era distinta a la judía, hubo confrontaciones con sus predicadores. De entrada se dieron problemas por el tema del dualismo, ya que con la adoración a Jesús como D's junto a D's Padre había suficiente material conflictivo. Las comunidades cristianas y judías en la tierra de Israel vivían en vecindad, y mientras el cristianismo no fue la única religión legítima del estado romano, hubo discusiones y fructíferas disputas entre los padres de la iglesia y los maestros del Talmud. Los cristianos usaban como argumento para su teología la forma plural Elohim, como si en el monoteísmo significara "dioses".

Por cierto que algunas interpretaciones eran difíciles de contradecir, porque los versículos bíblicos efectivamente demuestran una forma plural. Para los rabinos no había posibilidad alguna de hablar de una fase primitiva de la religión, ya que cada versículo era de origen divino. Un segmento del Talmud relata uno de estos acontecimientos: unos cristianos preguntaban en el siglo III a un rabino acerca del versículo, "¿Qué pueblo es tan grande que Elohim está cerca de él como el Eterno nuestro D's, cuando a Él clamamos?" (Deuteronomio 4,7), ¿por qué dice "cerca", y no "cerca de uno"? El contestó: ahí mismo dice, cuando a Él clamamos, ¡en singular!. Sus alumnos dijeron: Maestro, esto puede parecer suficiente como respuesta para algunos, pero ¿cómo quieres explicarnos realmente esta dificultad a nosotros?. Y él dijo: El plural se refiere a que D's está próximo a nosotros de muchas maneras distintas (Talmud de Jerusalén, Berajot, cap. 9, párrafo 1). Que se trataba del mismo D's, Uno y Único, siempre tenía que ser aclarado: "El mismo D's es el que estuvo en Egipto y en el Mar de los Juncos, el mismo en el pasado y en el futuro, el mismo en este mundo y en el mundo futuro, como dice la Escritura: Ved ahora que Yo soy, sólo Yo, ningún otro D's está conmigo (Deuteronomio 32,39); Yo, el Eterno soy el primero, y también soy el último" (Isaías 41,4; Midrash Mejilta, Shirata, Perikope Beshalaj, párrafo 4). Las repeticiones como "Yo, yo, él", que acá aparecen, fueron tomados por la exégesis cristiana como prueba escrita de la trinidad divina. Lo mismo ocurrió con los distintos nombres de D's. Un texto semejante es el del salmo 50, 1: El Elohim JHWH habló. También acá se usó como argumento contra la teología cristiana que dice "él habló" y no "ellos hablaron". Pero sobre todo se hacía la analogía que se puede llamar por tres distintos nombres a un hombre-obrero, constructor, arquitecto. Además se agrega que durante la creación, a la cual se alude en el salmo, D's usó tres cualidades: sabiduría, entendimiento, conocimiento (Proverbios 3, 19-20; Midrash sobre el salmo 50,1). Y también los reyes terrenales tienen diferentes títulos: Basileo, César, Augusto (Midrash Génesis Rabba, Perikope Bereshit, párrafo 8,9).

Así, a menudo se usaban las mismas pruebas escritas para la Unicidad de D's de los judíos y la doble deidad de los cristianos (y más tarde la trinidad). Mientras más enérgicamente se expandía el cristianismo, con más energía aún acentuaban los judíos su credo de un D's uno y único, y con mayor razón aceptaron llevar a diario el "yugo del reino de los cielos" por esta fe. La proclamación de la Unicidad de D's, en hebreo yijud, se convirtió en uno de los tres mandamientos fundamentales de la Torá que no se deben transgredir, ni siquiera bajo amenaza de muerte. (Los otros dos son: es mejor ser asesinado que salvar la vida por obedecer la orden de matar a otro; o comprar la propia vida a través de la prostitución; Talmud Bavli, Sanhedrin 74 a).

Desde el punto de vista rabínico, es la obligación sagrada de Israel proclamar la fe en el D's Único a toda la humanidad. Eso significa santificar el nombre de D's: "Nosotros debemos proclamar esta religión de la verdad al mundo, sin detenernos por temor a cualquier tipo de medidas. También cuando un tirano nos obliga por la fuerza a negarlo a Él, no obedecemos sino que preferimos la muerte. Tampoco debemos engañar al tirano haciéndole creer que lo negamos a Él, mientras creemos en Él en nuestros corazones. Esto se da cuando todo el mundo es no creyente". (Maimónides, Libro de los Mandamientos, parte 1,9).

La Iglesia vencedora y el Islam vencedor han obligado a los judíos casi hasta el presente a negar su fe. Por cierto que esto ocurrió también sin medios sangrientos, como por ejemplo en casos cuando el bautismo era el único camino para acceder a un oficio y ejercerlo. Los rabinos consideran este caso en el status "como un niño que cae prisionero de no-judíos". Ellos facilitan el retorno al judaísmo del afectado y de su descendencia.