MARTIN MORDECHAI BUBER(1878-1965)

BIOGRAFÍA

Nació en Viena, descendiente de una familia de brillantes eruditos.Al divorciarse sus padres se vá a vivir a Lemberg (Ukrania Polaca) con sus abuelos Salomón y Adela Buber. Este era terrateniente, banquero y editor científico de literatura Midrashica Hebrea.
Martín que era multilingue (hablaba Idish, Alemán, Hebreo, Francés y Polaco) estudió en las Universidades de Viena, Leipzig, Zurich y Berlín.
En 1899 asiste, como miembro, al Tercer Congreso Sionista influenciado fuertemente por Ahad Haam. En 1901 comienza a editar una revista semanal de tendencia Sionista, con el nombre "Die Welt"(El Mundo). Sin embargo, su visión cultural y educacional sobre el Sionismo entró en conflicto con la visión política de Teodoro Herzl, por lo que la abandonó. En 1899 se había casado con Paula Winkler y en los dos años siguientes nacen sus hijos Rafael y Eva, respectivamente.
Todavía veinteañero se volcó al Jasidismo, intentando traducir al alemán los cuentos del renombrado Rebe Najmán de Breslav, aunque terminó por recontarlos en su propio estilo narrativo y con gran éxito literario. También en esa época (1916-1924) fundó y editó un periódico mensual: "El Judío"(Der Jude). Entre 1923 y 1933 enseñó Religiones Comparadas en Frankfurt.. En ese período trabajó con Franz Rosenzweig en lo que podría traducirse como "Casa de los Aprendices Judíos Libres"(Freies Jüdisches Lehrhaus). También conjuntamente con éste, tradujo al Alemán el Viejo Testamento.
Entre 1926 y 1928 co-edita una publicación trimestral "Die Kreatur"( La Criatura)
En otro ámbito fue un destacado activista social. Ayudó a establecer la Comisión Nacional Judía durante la Primera Guerra Mundial, destinada a mejorar las condiciones de vida de los judíos de Europa Oriental. En 1933, luego del ascenso de Hitler al poder, llegó a ser director de la Oficina Central para la Educación Judía Adulta, la que adquirió mucha importancia después de la prohibición de ingreso de los judíos a las escuelas públicas. En 1938 emigra a Palestina donde enseña filosofía social, antropología e introducción a la sociología en la Universidad Hebrea en Jerusalén y se desempeña como jefe del Ihud, un movimiento que promovía la cooperación Arabe-Judía en un estado binacional, proyecto consecuente con su Sionismo utópico.
Después de la IIª Guerra dicta diversos cursos en universidades de Europa y USA.
En 1951 recibe el Premio Goethe de la Universidad de Hamburgo.
En 1953 es galardonado con el Premio Paz de la Cámara del Libro alemana.
En 1963 recibe el Premio Erasmus en Ámsterdam.

EL FILÓSOFO

Considera la posición del hombre frente a D's como experiencia íntima y frente a la realidad como suma de experiencias racionales y empíricas.
Para él el sionismo es un renacimiento espiritual en el pensamiento y en el arte, que ya se experimenta en el medio ambiente de la diáspora. El jasidísmo y el racionalismo de la iluminación judía forman también parte de este renacimiento. La Biblia es un gran documento del diálogo entre D's y el Hombre acerca de la creación, revelación y redención.
Su mayor éxito fue su Filosofía del Diálogo, descrita en su libro Yo y Tú (Ich und Du) en 1923. En este tratado Buber diferencia entre las relaciones Yo-Tú y Yo-Ello. La primera describe las relaciones entre el hombre y el mundo como mutuas, abiertas y directas, de verdadero diálogo. Las últimas se explican como la ausencia de esas cualidades. Los socios no son iguales en la relación Yo-Ello; sin embargo, ese diálogo no puede ser descartado porque conduce al conocimiento objetivo y debe, necesariamente, interactuar con Yo-Tú. No obstante, el objetivo último no es sólo la relación Yo-Tú entre el hombre y el mundo, sino entre el hombre y la fuente eterna del mundo, es decir D's. Buber sostiene que D's puede ser conocido a través de esta visión subjetiva del universo. Uno puede encontrar a D's en la revelación de la existencia diaria. En realidad, como se mencionó anteriormente, Buber afirma que la Biblia es un registro de esta experiencia de diálogo entre el hombre y D's. Sostiene que la esencia de la vida religiosa no es la afirmación de las creencias religiosas sino, mas bien, la forma en que uno enfrenta los desafíos de la existencia.
La característica distintiva del hombre es entonces la de ser un ente dialogal, un ente en relación. El hombre se realiza en la relación misma. Este sentido dialogal dela existencia hace que el hombre encuentre en la relación su manera de ser. La primera forma de ser es el tú, el dirigirnos a las personas y a las cosas en segunda persona. Es la forma inter-subjetiva de la comunicación, donde una subjetividad se abre a la otra y ésta, en reciprocidad, le responde. Cuando el hombre se refiere a las cosas, cuando no entra en contacto directo con ellas, establece un salto que da la objetividad: es la relación del sujeto con el objeto. El objeto puede ser personas o cosas.
Sintetizando: si el hombre está incluido en la sociedad, si es un ser social, la sociedad se le aparece a él, bien en un plano de intersubjetividad, o en un plano de relación sujeto-objeto. Las personas pueden llegar a ser aquel con quien converso y participo en la experiencia, o aquel que simplemente me sirve como punto de referencia, o como un ser funcional o instrumental. Lo que hace el carácter de la sociedad en que vivimos hoy, es el predominio de la forma objetivada, más que de la forma subjetiva. Esto es el resultado del agrupamiento masivo de !as personas, que hace que prácticamente nuestras relaciones con las personas sean tangenciales, que no podamos penetrar en su profundidad ni revelar la nuestra, que apenas podamos atisbar algo de lo que ellas son en lo que ellas aparecen, a riesgo, como casi siempre ocurre, de que la apariencia no coincida con la realidad y de que tomemos a la realidad por la apariencia, Esta es la fuente de la desnaturalización del vínculo interhumano, que hace que nos estemos rozando sin conocernos, sin participarnos, acentuando lo que Buber llama "la dramática soledad de nuestro tiempo"
. La paradoja radica en que la soledad del hombre se ha acentuado en momentos en que el hombre más convive con otros hombres. Pero estar juntos no quiere decir abrirse el uno al otro. La masa, la sociedad masificada, es aquella en que el perfil individual se desdibuja en detrimento del grupo, pero que no enriquece la comunicación. El yo se siente diluyéndose, siente que el prójimo no le es prójimo sino un semejante, que no es lo mismo y encuentra, en la sociedad que debió ser, la fuente de su promoción personal, la fuente de su frustración y de su fracaso. Y, sin embargo, el hombre no tiene otro modo de ser y realizarse que en la sociedad. Pero debemos distinguir sociedad de comunidad. La posibilidad de convertir la sociedad en comunidad depende del estilo en que se tratan entre sí las personas que la conforman. Si predomina el estilo dialogal, vale decir, aquel según el cual nos participamos significamos algo para el prójimo y él para nosotros, entonces la sociedad entra en la comunidad. Pero si nuestra posición en la sociedad es funcional, si simplemente valemos por el cargo que ocupamos, por el apellido que tenemos o por la función que vamos a cumplir, entonces habremos tocado al prójimo en su periferia, y en verdad, nunca lo habremos captado en su íntima esencia.
En otro ámbito, Buber, judío por su origen y por vocación - cuestiones que no siempre coinciden en los judíos de nuestra generación- tenía que preguntarse qué significado puede tener para nuestro tiempo el judaísmo como mensaje espiritual. En otras palabras, saber si el judaísmo puede contribuir a la gran respuesta que busca el hombre de esta época. Buber creyó en eso porque fue un judío de su tiempo, un judío abierto a todo lo que no era judío, porque había enriquecido su cultura saliendo del ghetto espiritual, pero que no hizo como otros que salen del ghetto sin respetar lo que en el ghetto hubo o hay de positivo. El volvió hacia su pueblo siempre como fuente de Inspiración y para tratar de aportar, en lo que él llamaba la modestia de su contribución y en lo que sus admiradores consideran la grandeza de su mensaje, para tratar de aportar un impulso al desarrollo de la creatividad judía, destinada no sólo a los judíos sino a toda la humanidad, que en definitiva era lo que vibraba en su corazón.
Buber subraya que el judaísmo es una concepción del mundo, aunque muchos judíos traten de convertirlo en una Ideología. Porque no se trata de que nos convenza por su lógica racional, se trata de que sea capaz de embargarnos en todos los planos de la vida, y cuando aquel judío que trata de pensar el judaísmo, se detiene puramente en la rigidez fría de la lógica, entonces termina por no comprender y no sentir el judaísmo, del cual él es un heredero.
El judaísmo es una. realidad histórica, una realidad en tiempo y lugar, fluctuante, en devenir, en transformación. Lo que asombra es ésto, dice Buber: Estamos tentados de creer que el judaísmo es una casa ya terminada, que ya tiene forma; que en el pasado bíblico y aún en el pasado de la diáspora se terminó de conformar ese andamiaje que llamamos judaísmo. No, en verdad, el judaísmo, dice Buber, no ha comenzado a dar su verdadero mensaje. Es más futuro que pasado. Tiene más asegurada una vocación de porvenir que lo que aún ya ha dado y que hemos tomado nosotros como su realidad consumada y terminada.
El judaísmo tiene una tradición que comienza en la Biblia, que continúa en la diáspora, pero que está proyectada hacia adelante tratando de realizar lo que Buber llama "las tres grandes tendencias básicas de judaísmo: La tendencia a la unidad, la tendencia a la acción y la tendencia al porvenir. Todo hombre tiene estas tendencias, pero lo que hace del judaísmo una concepción particular, es el acento que el alma judía pone en estas tres grandes vertientes del alma del hombre, aunándolos en una concepción homogénea que trata de colmar todas sus inquietudes, todas sus esperanzas, todos sus afanes.
De esta tendencia a la unidad, surgieron nada menos que las cuatro Ideas básicas del judaísmo: (1) El Dios uno, que es el resultado del alma judía que buscando la unidad trata de superar los opuestos, las polaridades del mundo en que nos toca vivir. Y entonces todo lo múltiple, todo lo polar tiene una causa única, tiene una esencia única en su origen y en su destino. (2) De la discordia que el judío encuentra en la relación del hombre con el hombre, surge el concepto judío de la justicia que es precisamente, el motivo de la superación de esa dualidad donde el hombre que explota al hombre, el hombre que usa al hombre trata, al realizar la justicia, de encontrar lo que tiene de común con el prójimo.
(3) De la discordia de la humanidad y de los pueblos entre sí, de los pueblos con la naturaleza, el desarraigo del hombre con la fuente de su origen, surge la idea del supremo amor, que es precisamente, el amor universal, fuente de la creación del universo, fuente y destino del hombre. Ese amor por el cual el judaísmo comprendía que los relativismos que sumen al hombre en la infelicidad, en la frustración, serán superados precisamente en el cauce del amor. (4) Y finalmente, de la desunión del hombre con el tiempo. En otras palabras: estando el hombre destinado a vivir en el tiempo, que coloca su vida en un comienzo y un término y que entre esos límites debe desarrollarse su devenir personal, desconectado del tiempo de otros, del tiempo que ha sido y del tiempo que puede ser, entonces aparece un ideal único, que trae lo eterno al tiempo presente y que convierte al tiempo presente en proyección hacia lo eterno, surge el ideal de unificación que es el mesianismo. El mesianismo, más que un fenómeno sobrenatural, dependiendo solamente de la voluntad suprema del creador es, si lo buscamos en sus raíces, sostiene Buber, un concepto profundamente humano, esencialmente humano. Porque la clave metafísica del mesianismo es la esperanza de hombre, Si nosotros privamos al hombre de la esperanza lo deshumanizamos. Cuando el hombre pierde la esperanza solamente tiene angustia, tiene miedo, y cuando tiene miedo y angustia el hombre no puede crear.
La influencia de Martín Buber se extendió más allá de su época. Las filosofía y teología contemporáneas fueron influidas por él , incluyendo a los destacados pensadores Protestantes Paul Tillich y Walter Nigg.
La idea de que una vida de fe es una vida de diálogo entre el hombre y D's tiene su origen en la Biblia, pero Martín Buber destiló este concepto en una filosofía que ha iluminado el pensamiento religioso y erudito a través del siglo XX.

SUS ESCRITOS

Además de sus contribuciones a diversos diarios y revistas, pueden citarse:
1904 - "Beiträge zur Geschichte des Individuationsproblems" (Sobre Jacob Böhme y Nikolaus Cusanus).
1906 - "Die Geschichten des Rabbi Nachman"
1908 - "Die Legende des Baalschem"
1909 - "Ektatische Konfessionen" (Confesiones Estáticas)
1909-1911 - "Reden über das Judentum"
1910 a 1914 - "Tshunang-Tse. Reden und Gleichnisse"
"Chinesische Geister- und Liebesgeschichten"
"Kalewala. Das Nationalepos der Finnen"
"Die vier Zweige des Mabinogi. Ein keltisches Sagenbuch"(Todos estos son estudios acerca de mitos)
1913 - "Daniel. Gespräch von der Verwirklichung"
1923 - "Ich und Du"
1925 - Inicia "Verdeutschung der Schrift" (Traducción al Alemán de la Biblia Hebrea)
1927 - Fünf Bücher der Weisung (Pentateuco)
1946 - Senderos de Utopía.