Resumen de la Parashá
 
Itró, suegro de Moshé, al escuchar los milagros acontecidos a Israel durante su salida de Egipto, acude al desierto trayendo consigo a la esposa de Moshé y sus dos hijos para reunir a la familia e integrarse al pueblo judío. Itró reconoce a D's. Al ver a Moshé agobiado por su labor de impartir justicia al pueblo durante todo el día, le aconseja delegar los problemas menores a jueces elegidos por su probidad y dejar para Moshé los casos difíciles, a lo que Moshé accede. Los hijos de Israel llegan al monte Sinai, donde D's les ofrece la Torá a cambio de que sean para El un pueblo Santo. El pueblo acepta, y después de 3 días de preparación, reciben los 10 mandamientos a través de Moshé, en la cima del Sinai, en medio del estruendo de los truenos y relámpagos emanados de la voz de D's.
Mensajes para la Vida
 
Shivim panim la Torá... "Como un martillo que golpea una piedra y la rompe en muchos pedazos, y cada uno conserva la esencia de la original con sus propios matices" (Rashi)
Así es la interpretación de la Torá...
 
Al principio de la Parashá encontramos a Moshé relatando a su suegro Itró "todo lo que el Eterno había hecho al faraón y a Egipto en beneficio de Israel, y le refirió también todas las adversidades que les habían ocurrido en el camino..." (Shemot XVIII: 8). ¿Con qué fin Moshé relata a Itró las adversidades que les acontecieron, si los milagros realizados por D's superaban todo lo conocido? Quizás para enseñarnos que con un verdadero amigo no solo se comparten los logros y los triunfos, sino también el sufrimiento y las dificultades vividas. Debemos compartir con honestidad nuestra vida, que incluye tanto lo positivo como lo negativo, las bondades y los obstáculos, de los que esta hecha la vida. Una autoestima saludable, ya sea personal o como pueblo, no se altera al exponer nuestros problemas a quienes queremos. Aceptarnos en lo positivo y en lo negativo, en lo bueno y en lo que hay que corregir, nos engrandece como personas y como nación.

A la división de las aguas del Mar Rojo llama Moshé "todo lo que el Eterno había hecho al faraón..." y a la guerra con Amalek la denomina "todas las adversidades...", a pesar de que esta guerra fue ganada por Israel. Esto nos quiere decir que aun la guerra que termina en un triunfo apabullante sobre el enemigo, debe ser vista como una tribulación. No existen guerras sin víctimas. Toda guerra es una maldición, un sufrimiento, no hay guerras buenas o alegres. No hay recipiente que mantenga mejor la bendición para el pueblo judío que la paz.

La Parashá está coronada por la entrega de los Diez Mandamientos, esencia del Matan Torá (entrega de la Torá). La primera parte de los mandamientos se refiere a la relación del hombre con D's ("Yo soy el Eterno, tu D's... No tendrás otros dioses... No pronunciaras el Nombre del Eterno, tu D's, en vano...") y la segunda a la relación del hombre con su prójimo ("Honraras a tu padre y a tu madre... No asesinarás... No cometerás adulterio...). Podría pensarse que los hombres pueden perfectamente relacionarse entre sí de mejor manera, siguiendo los preceptos morales de la Torá que regulan la relación con el prójimo, sin importar aquellos que se refieren a D's. Sin embargo, la comprensión de cada precepto, en la profundidad y la plenitud requeridas, probablemente no sea posible sin la aceptación de un Juez, de una Conciencia universal, sin la aceptación de "Yo soy Adonai..." Si no hay "temor a D's", asesinar, robar o violar serán conductas comunes, del mismo modo que si no hay valoración y respeto por el ser humano, el hombre no puede llegar a sentir el "Yo soy Adonai..., tu D's". Los mandamientos están íntimamente relacionados, son una amalgama de lo divino y lo humano. La función del hombre probablemente sea encontrar esa síntesis entre lo humano y lo divino en cada precepto.

"Vosotros visteis..." (Shemot 20:22). El cumplimiento de los mandamientos no puede quedar en el ámbito del conocimiento, de sólo haberlos escuchado, o meditado, o analizado, o discutido. "Haremos y oiremos" es la actitud judía; debemos comprometernos en la acción, es necesario ver las cosas en su concreción y en su realización. La justicia debe ser realizada y también vista por todos.

Basado en un comentario del Rabino Shmuel Avigdor Hacohen en la Revista Masorti N° 230.