Resumen de la Parashá

La segunda porción del libro Shemot parte con la promesa de D’s de mostrar su poder y su misericordia, por la que liberará al pueblo desde Egipto para llevarlo a la tierra prometida a los patriarcas. Moshé recibe la misión de ser el emisario y el líder de la salida de Egipto, junto con su hermano Aarón. La Torá luego explica la genealogía de Moshé y Aarón. La tercera parte de nuestra lectura de esta semana se refiere a las primeras siete plagas enviadas por D’s sobre el Faraón y los egipcios: sangre, sapos, piojos, fieras salvajes, mortandad de los animales, sarna y granizo.

Mensajes para la Vida
 

Shivim panim la Torá... "Como un martillo que golpea una piedra y la rompe en muchos pedazos, y cada uno conserva la esencia de la original con sus propios matices" (Rashi)
Así es la interpretación de la Torá...

La lectura de esta semana parte en algunos versículos del tema de la parshá anterior, cuando Moisés ve que las cosas andan de mal en peor: los sufrimientos del pueblo son aumentados por el Faraón (al condenarlos a hacer ladrillos pero sin proveerles materia prima), y a la vez, el pueblo desconfía de Moisés como líder liberador. Moisés realiza dos preguntas retóricas a D’s: "¿Por qué hiciste mal a este pueblo?" (Shemot 05:22), y luego, "¿Para qué me enviaste?". Y aún más: "Desde que me presenté al faraón para hablarle en Tu nombre, empeoró (la situación de) este pueblo y no lo liberaste." (05:23).

La respuesta de D’s, que da inicio a nuestra lectura de esta semana, es tajante: "Yo soy el Eterno". Esta afirmación se repite varias veces, y enfatiza no sólo el poder de D’s, sino su capacidad de ser el Único "que dice y hace, promete y cumple". Y el Único que realmente ve el gran cuadro de la Historia. D’s tiene la gran fotografía en mente, mientras que Moisés le reprocha los detalles más inmediatos a su existencia. Es la impaciencia del hombre que no soporta la injusticia, y la serenidad del Creador que está preparando la acción por venir.

En su respuesta, destinada a fortalecer la decaída moral de Moisés y del pueblo, D’s reitera la promesa hecha a los antepasados de Moisés: la herencia de la tierra y la herencia de la continuidad del mensaje monoteísta. Se revela como Goel, como Redentor y Salvador de su pueblo, que actuará con brazo extendido y con grandes señales para liberarlos de los sufrimientos que padecen en Egipto.

Pero más importante, D’s se revela como "Adon-i", con la faceta de Misericordia divina. Por eso dice que ha escuchado los lamentos del pueblo, y que ha recordado el pacto establecido con Abraham, Isaac y Jacob. Curiosamente, D´s señala que con este nombre no fue conocido por los patriarcas. En realidad, sí lo fue. Lo que Rashi y otros comentaristas enseñan es que no había hecho evidente este aspecto ante ellos, y que ahora llega el momento en que puede mostrarse a su pueblo para concretar verdaderamente el pacto de la Tierra y de la Herencia Espiritual. D’s pasa a ser un agente activo en la vida de los hijos de Israel.

Y agrega: "Por lo tanto, diles a los hijos de Israel: Yo soy el Eterno y os liberaré de los trabajos forzados en Egipto y os salvaré de la servidumbre con brazo tendido y con grandes castigos (a los culpables". (Exodo 6:6) Esto suena más bien al despliegue del D’s Todopoderoso, al D’s Justiciero. Pero la clave está en la frase siguiente: "Y os consideraré pueblo Mío y seré vuestro D’s, y sabréis que Yo soy el Eterno vuestro D’s al redimiros de los trabajos forzados en Egipto". (Éxodo 05:07) La liberación no tiene el sentido de mostrar la Grandeza de D’s, sino la posibilidad de establecer un pacto entre dos partes que se reconocen mutuamente como dignas de confianza.

El rabino Reuven Bulka hace un comentario respecto de este punto. Señala que al parecer el plan divino contemplaba un periodo de esclavitud antes de que el pueblo pudiera radicarse en la tierra de Canaán, ya que Eretz Israel sólo podía ser concedida a quien puede valorar lo que se logra con esfuerzo, y eso no hubiese ocurrido si D’s les concedía la tierra como un regalo a partir de la nada. Este pensamiento puede dar pie a pensar que el sufrimiento es bueno y necesario; lo que puede llevar a excesos que nada tiene que ver con el espíritu del judaísmo.

O bien podemos pensar, al revés, que el requisito era dejar de ser esclavos, lo cual nos deja varias enseñanzas para nuestras vidas hoy.

Más que una oportunidad de poder demostrar aquello de lo que D’s es capaz, el Éxodo es el medio para poder sellar definitivamente el pacto que requiere de dos partes conscientes de sus actos. No se trata de someter ciegamente al pueblo, ni de que el pueblo tenga libertad sin deberes ni límites. En primer lugar, no puede haber pacto si el pueblo es esclavo. Por eso recordamos el Éxodo en el Kidush de Shabat: un esclavo no puede decidir cuándo y cómo descansar, y si no descansa, no tiene espacio para pensar y saberse humano. Así, la libertad es una condición sine qua non para poder tener un diálogo con D’s y ser Su pueblo.

Esto lo recordamos varias veces al día en el último párrafo del Shemá, en que dice: "Yo soy el Eterno que os sacó de Egipto para ser vuestro D’s". Y también se recuerda en el Seder que "D’s hizo esto a mí hoy en Egipto". Por eso, más que leer el relato del Éxodo como la "historia de anécdotas de la familia", es un poderoso ejemplo de Vida, con mayúscula, y uno de los rasgos que distinguen al judaísmo de otros credos. D’s no nos quiere esclavos ni sumisos. Más bien nos quiere dignos y autoconscientes, para poder ser verdaderos socios en su creación.

Ahora se nos presenta el desafío:

(Basado en comentarios del rabino Reuven Bulka, del rabino Hertz y de Nehama Leibowitz)