Resumen de la Parashá Ki Tavó

 

B´´H

Gestos profundos…

La Parashá de esta semana habla sobre la Mitzvá de los Bikurim.

Los primeros frutos de nuestro campo no debían ser comidos por aquellos que trabajaron la tierra. Debían colocarse en una canasta y llevarlos hasta el sacerdote quien los ofrendaba delante del altar divino.

Y en el momento de la ofrenda se debía decir:

‘Un arameo errante era mi padre, y descendió a Egipto y residió allí con poca gente, y se convirtió allí en un pueblo grande, fuerte y numeroso. Y nos maltrataron los egipcios, y nos oprimieron, y nos dieron trabajo duro. Y clamamos al Eterno, Di-s de nuestros padres y escuchó el Eterno nuestra voz y vio nuestra aflicción, y nuestro trabajo, y nuestra opresión. Y nos sacó el Eterno de Egipto, con mano poderosa, y con brazo extendido, y con terror grande, y con señales y con prodigios. Y nos trajo a este lugar, y nos dio este país, tierra que mana leche y miel. Y ahora he aquí que traje las primicias del fruto de la tierra que me diste, Eterno’.

Este pasaje, resume prácticamente la Torá en seis líneas. En seis versículos la Torá llega desde Iaacov y su llegada a Egipto, pasando por los cuarenta años en el desierto y llegando hasta las mismísimas puertas de la Tierra Prometida, lugar en el cual de desarrolla físicamente la Parashá de la semana.

En el momento del agradecimiento, en el momento en el cual se ve que la semilla dio frutos, las imágenes vienen a nuestra mente como un torbellino de ideas.

La gratitud es el motor de la solidaridad y de la entrega. Si ustedes ven una sociedad poco solidaria, de seguro que es una sociedad ingrata...

Por ello, no es casual que luego del pasaje de los Bikurim, la Parashá hable sobre la Tzedaká. La gratitud hace aflorar los sentimientos más nobles que yacen en nuestros corazones.
Nuestra Parashá también nos recuerda cuando el pueblo de Israel se encontraba en las estepas de Moab preparándose para la conquista. Y es aquí -frente al río Iarden- que se renueva el pacto que ya se hiciera en el desierto.

¿Por qué era necesario un segundo pacto?
En el desierto, la conducción del pueblo era milagrosa y sobrenatural. Al ingreso a la Tierra Prometida, esto cambiaría. Allí se entraría con la ayuda de una conducción natural y terrenal: se iría a conquistar la Tierra por medio de la espada, y conseguirá el pan, como el resto de la humanidad, con el sudor de su frente.

Aquella vieja generación estuvo rodeada de tantos milagros que jamás pudo apreciar ninguno. Ahora…las reglas del juego cambian, y el pacto se renueva con la esperanza de que aquella nueva generación pueda comprender más y mejor...
Tanto aquella generación como la nuestra necesitan gestos profundos que nos permitan llegar a nuestros Iamim Noraim de un modo renovado y con acciones de gratitud frente a los hombres y nuestro Di-S.


Shabat Shalom U Mevoraj

Gustavo Kelmeszes
Rabino Círculo Israelita de Santiago.


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