Resumen de la Parashá Trumá

 

B´´H

..”Y Yo voy a morar entre ellos”...

El pueblo de Israel es llamado a contribuir con quince materiales - oro, plata y cobre; lana teñida de color azul, púrpura y rojo; lino, pelo de cabra, pieles de animales, madera, aceite de oliva, especias y piedras preciosas.

¿Qué características tenía la ofrenda que el pueblo de Israel es llamado a contribuir para la construcción del Santuario?

Leemos en Shmot capitulo 25, versículo 2:

“Habla a los israelitas y haz que Me traigan una ofrenda. Toma Mi ofrenda de todo aquel cuyo corazón lo impulse a dar.”

Aparece aquí el concepto de ofrenda voluntaria que cada uno tiene que dar en forma personal.

No hay aquí una ofrenda colectiva, homogénea e igual para todos por igual.

Cada uno debía hacer el examen de conciencia personal que determine cuanto está dispuesto a dar para la construcción del lugar más sagrado en el cual se guardaran las tablas de la ley.

En dicha evaluación no dependía de la “clase social” o de la riqueza que cada uno había traído de Egipto, sino del grado de importancia personal enteramente subjetivo e intransferible que cada uno de los componentes del pueblo de Israel le daba al Santuario.

Aprendemos aquí numerosos elementos que nos permitirán entender los fundamentos de la contribución personal que cada uno de nosotros debería entregar para sostener nuestras creencias y sus instituciones.

Se nos pide de forma personal una evaluación a conciencia que implica revisar constantemente cual es mi compromiso con la “causa” judía.

Dicho compromiso no siempre es el mismo a lo largo de la historia personal y comunitaria de cada uno de nosotros.

No hay un “molde” que nos iguala y nos da la medida exacta y objetiva de cuanto estamos dispuestos a dar en cada ocasión.

Nos permite evaluar como crecimos o no en el apego a nuestras creencias y convicciones.

El aspecto de la contribución material queda ligado indefectiblemente con nuestra relación profunda y significativa con nuestro D”S que nos impulsa a demostrar con hechos y no solo con palabras el grado de apego actual a nuestro judaísmo.

Reafirmar la actualidad del compromiso nos indica que no hay un judaísmo histórico y nostálgico de lo que debería ser y no fue.

Hay una valoración del presente que nos marca que siempre estamos a tiempo para renovar nuestra adhesión material y espiritual hacia nuestras tradiciones.

La ofrenda voluntaria nos enseña de forma paradojal que si nadie del pueblo de Israel hubiera estado dispuesto a dar lo mejor de sí, nuestro D”S no hubiera tenido un lugar donde morar.

La construcción del santuario depende del “corazón” de cada uno de los componentes del pueblo de Israel.

Por eso leemos en el capítulo 25, versículo 8:

”Harán para Mí un santuario, y Yo voy a morar entre ellos”.

El lugar de la morada de nuestro D”S no es estrictamente el lugar físico y espacial del tabernáculo, sino reside en la capacidad de albergar la santidad que cada uno de los componentes del pueblo de Israel posee.

Aparecen aquí dos palabras que son la clave para entender esta diferencia:

“Mikdash” (Santuario) y “Mishkan” (Tabernáculo).

El “Mikdash” no tiene un lugar espacial ya que la santidad de nuestro D”S rebasa las dimensiones espaciales y materiales.

Solo una vez que entendemos que el Santuario de D”S es la condición necesaria para que more entre nosotros, aparecen las instrucciones para la construcción del Tabernáculo que sí posee características físicas y espaciales muy detalladas.

D”S le dice a Moshé que Debe hacer el tabernáculo y todos sus accesorios siguiendo el plano que le muestra en el monte Sinaí.

En la cima del monte, Moshé recibe las instrucciones detalladas sobre cómo construir esta morada para Di-s, de manera de que pueda ser fácilmente desmantelada, transportada y rearmada durante los diferentes viajes del pueblo por el desierto.

El tabernáculo no contiene a D”S de forma absoluta y total, pero es el lugar de residencia que los seres humanos necesitan para sentir su presencia.

La necesidad de los hombres de concretar en símbolos palpables lo abstracto de la presencia Divina se nos muestra aquí con toda claridad.

La “Kedusha” (santidad) de D”S no reside en los símbolos, pero ellos nos permiten acercarnos a Él.

Cuando leemos nuestra Torah, nos revestimos del Talit o nos ponemos los Tefilin, sentimos su presencia.

La Parasha nos ayuda a entender que para sentir su presencia, la condición necesaria es la contribución material y espiritual ( la Truma ) que nos da la posibilidad de apreciar la construcción conjunta y personal de la morada de D”S.


Shabat Shalom U Mevoraj

Gustavo Kelmeszes
Rabino Círculo Israelita de Santiago

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